Me termino de un trago la copa y me pido otro whisky-cola. La camarera racanea con el whisky, le pido que lo cargue más. Necesito sentir el fuego en mi garganta.
Hay un tío al lado que me dice algo. No lo entiendo, la música techno a todo trapo de la discoteca no me lo permite. Asiento como si le siguiera la conversación y continúo con mi cubata.
Una gota de bebida me cae por la mano que sujeta el vaso. Escuece. Tengo los nudillos en carne viva. Las ostias que le metí a mi jefe aún resuenan en forma de palpitaciones en mi mano. Mis latidos están percutiendo como tambores por todo mi cuerpo.
No me arrepiento. Se las merecía: son varios años aguantando sus desprecios. Algún día tenía que explotar. Ha sido hoy, para su desgracia. Y para la mía. Cuando se ha burlado de mí delante de mis compañeros por enésima vez este mes, de nada le ha servido su aire de superioridad, ni su traje carísimo, ni su pelo engominado, ni su sonrisa Profident. Mi derechazo fue suficiente para que brotara la sangre de sus fosas nasales, sangre espesa y ennegrecida que anunciaba mi despido antes de que lo hiciese él.
Han pasado ya dos horas y siete cubatas desde que estoy sin trabajo. El pesado de al lado ya está tambaleando. Yo no, todavía tengo cuerda. La adrenalina no ha desaparecido y me mantiene alerta. Cada músculo de mi cuerpo está cargado con energía, un rugido grita por salir de mi pecho, mi mente está enfocada, como un depredador que acecha su presa.
Mi presa es la rubia que lleva varios minutos mirándome, me está follando con la mirada. Sus ojos penetrantes azules están imaginando la forma de hacerlo.
Quiero aparearme con ella. Estoy desatado. Una sensación que no había sentido antes me ha poseído. Esta noche soy un cazador. Soy un León. Y convertiré a esa rubia en mi Leona.
Sigo pegado a la barra, bebiendo. Un trago tras otro.
El local está abarrotado. La gente apenas se puede mover, pero mi postura está fija, mis pies clavados al suelo no permiten que el calvo con perilla que acaba de pasar empujando me mueva. Me mira de reojo.
Que se joda.
Pasa la rubia. Restriega su culo contra mi polla mientras pasa. Se pone a mi lado y se pide dos cubatas en la barra. Se va con uno en cada mano. Otra vez pasa delante de mí, con paso lateral. Me pisa con las botas altas, negras y robustas que lleva puestas, diría que son militares. Y otra vez, una nalga pasa frotando mi polla, noto el relieve de su raja para sentir la otra nalga.
Se me está poniendo dura.
Termino el cubata. Pido otro, esta vez me lo sirven como Dios manda. Me enciendo un cigarro inhalo una gran cantidad de humo que echo a la cara del anormal calvo que vuelve a pasar intentando empujarme. Se pira de nuevo.
Veo a lo lejos a la rubia mirándome de nuevo. Tiene una mirada felina, ella también está de caza, eso está claro. Con sus ojos clavados a los míos se mete el índice en la boca para salivarlo, con la otra mano baja unos centímetros el vestido para mostrarme su pecho y acto seguido masajear su pezón. Varios curiosos la miran con cara de salidos. Yo también, pero mi cara es la de un cazador que tiene delante a su presa pavoneándose. Tiene unos pechos enormes, voluminosos, rebosan en la palma de su mano como una masa pastelera que se escurre. Su aureola rosada es enorme, en proporción a su busto. Aún a esta distancia consigo ver las protuberancias que se quedan húmedas con su dedo mientras frota y se recrea en el pezón que a toda seguridad tiene que estar duro como una roca. Se lo vuelve a tapar, con sus ojos clavados en los míos. La sangre comienza a bombear más fuerte en mi polla.
Se acerca de nuevo. Bebe más rápido que yo por lo que veo. Cuando pasa enfrente de mí, simula que se tropieza y se pega frente a frente conmigo. El impacto lo amortiguan sus airbag. Veo el gran canalillo de su escote mientras sujeto su cintura a través de su vestido gris, palabra de honor, de algodón. No lleva sujetador, sus pezones sobresalen como un pulsador que pide a gritos que lo accionen. Estoy seguro de que ha notado mi polla en fase creciente entre sus muslos. Me mira como se mira a un animal al que vas a dar caza. Sus fosas nasales están ensanchadas, se muerde el labio inferior. Sonríe enseñando los dientes blancos y perfectamente alineados, como sonreiría un vampiro antes de hincar sus colmillos a su víctima.
Sus ojos me hacen una señal en dirección al cuarto de baño. Y allí se dirige.
Me termino la copa de dos tragos y sigo el rastro.
Entro al baño de hombres. La música de la sala suena dentro en una especie de eco envolvente con vibraciones. Es amplio. Al fondo hay un mueble con una plancha de mármol que sostiene dos lavabos sobre los que está un enorme espejo.
Apoyada con su culo en el mármol está mi presa bebiéndose el cubata. Me mira. Deja la copa y se acerca como lo haría un depredador con su presa: en silencio y caminando lentamente para no espantarla. Sin mediar palabra me muerde el cuello mientras sus manos ya están desabrochando mi pantalón para sacar de la bragueta mi polla acompañada de mis huevos.
No quiere preliminares.
Se coloca de rodillas y, primero el derecho y después el izquierdo, succiona mis testículos hasta introducírselos en la boca. Comienza a apretar, duele y excita a la vez. Como un animal con su botín, zarandea hacia los lados su cabeza con mis testículos dentro. Mi polla se iza totalmente erecta encima de su frente, gruesa, con las venas en relieve palpitando por el bombeo de sangre. Con su boca llena, comienza a masturbar mi polla encima de su nariz con tal rapidez y fuerza que pareciese que la quiere arrancar.
Podría decir que gimo, pero no, doy un rugido de placer.
ARRRRRRRRRRRGGGGGGGGGGRRRRRRRRRRRR
Cojo las riendas de la situación: con mis manos en sus axilas la levanto, le bajo el vestido desde arriba hasta dejar colgando los dos enormes pechos que se liberan como un tsunami entre mis manos. La parte de abajo la subo hasta que hace tope con la zona superior de su redondo culo, dejando al descubierto las braguitas rojas de encaje elástico transparente, que no duran mucho en su sitio. Con mis manos las reviento dejando caer los trozos de tela en el suelo. Se queda al descubierto un coño prieto, con un manto bien recortado y fino en forma de triángulo, que baja desde su pubis hasta su clítoris, con unos labios que ya están húmedos y aún más cuando paso mi dedos entre ellos. Mi mano se queda empapada de sus fluidos, los saboreo en mi boca. Se queda con el vestido por la cintura y acompañando el atuendo las botas militares que tienen varios centímetros de suela.
Se coloca enfrente del espejo, con sus manos agarrando el mármol, para que la penetre por detrás. No dudo: con un fuerte empujón meto mi gruesa polla de golpe en su coño. Sus pechos comienzan a chocar con el mueble del baño. Agarro sus nalgas con mis grandes manos y aprieto, mis dedos se hunden en sus glúteos. Mi polla empuja con brusquedad. Le gusta, veo su cara en el reflejo del espejo. A cada embestida mueve su cabeza y su larga melena se eleva como un torbellino en el aire.
Ella ruge extasiada también. Sus gritos de placer se escucharían y asustarían a todo el local si no fuese por la música.
Agarro su pelo y lo junto en mi mano, tiro de él para seguir azotándola con la otra en sus nalgas. Ella se incorpora un poco. Encorva la espalda hacia mí. La imagen de sus pechos zarandeándose en el espejo hace que le dé aún más fuerte.
A través del espejo veo que entra el calvo con perilla al baño. Se queda un segundo absorto por la escena, pero pronto se cree que va a tener su parte. Saca su polla y comienza a masturbarse. Ella sigue gritando como un animal en celo y se le queda mirando.
Con un empujón hacia atrás me mueve unos centímetros que me hacen dar un paso atrás, dejando mi polla en el aire. Se incorpora y se dirige al calvo, con sus botas militares le da una patada en los huevos que hacen que se caiga al suelo dando un grito de dolor. El tío se levanta rápido con la cara roja y se va ahuyentado.
Mi leona solo quiere al rey de la jungla esta noche.
Se me acerca y, colocando sus brazos alrededor de mi cuello, salta encima de mí, para anclarse con sus piernas a mi cintura. La fuerza del salto me hace tambalear un segundo. Con la precisión de un triple de baloncesto, su coño se desliza húmedo y dilatado directo a mi polla. Comienza a subir y bajar mientras yo la sostengo apretando sus glúteos. Sus uñas arañan mi espalda, rompiendo mi camisa. El dolor me excita aún más.
En el espejo veo su cuerpo subir y bajar, rápido, con desenfreno. Su coño engulle mi polla con brío. Varias veces. Su pelo ondea con el movimiento y me tapa la cara.
Un rugido grave y profundo sale de mi garganta y vibra en su oreja. Esto la pone más cachonda, comienza a empujar su cadera hacia mí. Sube, baja y empuja. Me está matando. Sube, baja y empuja. Mi presa, mi leona, me está dominando.
Despego mis manos de su culo para que baje. Tengo que tomar el control: se vuelve a arrodillar. Coge mi polla y abofetea su cara con ella. Una, dos y tres veces, cada vez más fuerte. Yo agarro su cabeza a dos manos y la empujo adentro. Toda mi polla está en su boca. Con mis manos saco y meto la polla en su boca. Burbujas de saliva espesa nos unen. Recojo su pelo y hago lo mismo, tiro de él adelante y atrás para que ella siga mamando.
En un momento, ella coge mis huevos: el león vuelve a ser domado. Su mano izquierda los aprieta mientras la derecha me la agarra con fuerza, con mucha fuerza y comienza a menearla de nuevo. Muerde la base, noto sus dientes clavándose.
Estoy a punto de explotar.
Ella lo nota.
Continúa dándole con rabia a mi polla hasta que no puedo más.
Rugo desde lo más profundo y expulso el primer chorro que cae en su pelo. La empapo. La he pillado desprevenida. Para el segundo no pasa lo mismo, mi segunda explosión de semen acaba en su boca, ella se ha encargado de meter bien mi polla hasta el fondo. La corrida cae directa a su garganta. Así con el resto de convulsiones de mi polla, toda mi leche cae dentro.
Extasiado y con la sensibilidad en mi miembro a flor de piel, ella no va a dejarme ir así como así. Vuelve a ponerse contra el mueble del baño y comienzo a penetrarla de nuevo, esta vez meto mi mano también entre sus muslos y mientras la embisto masajeo su clítoris, sus labios, cada centímetro de su húmedo coño hasta que ella aúlla como un animal salvaje mientras mantiene fija su mirada en mí a través del espejo. Noto las contracciones de su coño en mi polla. Estoy muerto de placer. Mis piernas están temblando. Las suyas también. Ella sonríe con lujuria.
Ambos hemos salido de caza esta noche y ambos hemos sido cazados.

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