La cena de empresa

 


EcoRoute es una empresa de logística encargada del almacenamiento y transporte de mercancías nivel nacional e internacional. Su éxito en los últimos años es destacado. La buena gestión por parte de la compañía le ha llevado a cerrar acuerdos millonarios con empresas extranjeras, certificados de excelencia y calidad en sus servicios y un impacto muy positivo en la imagen de sus clientes.

Parte del gran éxito de la empresa se debe a la profesionalidad con la que Ezequiel, el jefe del departamento de transporte y logística. Su minuciosidad con la preparación y optimización de rutas, procesos de distribución y su mente brillante son fundamentales para la empresa, aunque no tenga el reconocimiento merecido.

Ezequiel acaba de cumplir los 32 años. Moreno, alto y siempre atento a los detalles en su imagen con el pelo bien perfilado corto. Vaqueros, deportivas y camisa impecable suele ser su atuendo para trabajar cómodo. Los últimos cinco se los ha dedicado enteramente a EcoRoute.


EZEQUIEL

Mi trabajo en EcoRoute había aumentado exponencialmente en los últimos meses. Apenas conseguía terminar las tareas del día a día, incluso dedicando muchas más horas a la semana. Por este motivo, estuve varias semanas discutiendo con Recursos Humanos la posibilidad de contratar una asistenta para liberarme de tareas. No resultó fácil, pero finalmente conseguí que Estefanía llegase a la empresa.

Ella tenía 25 años. Como no participé en el proceso de selección, la conocí en su primer día de trabajo.

Era pleno verano y se presentó con unos vaqueros cortados a ras del muslo, dejando sus largas y vigorosas piernas morenas al descubierto. Estefanía mide casi metro setenta. Llevaba una blusa de lino ligera. Me impresionaron sus facciones femeninas, su nariz recta, labios carnosos, ojos penetrantes y su larga melena negra. A pesar de que su busto no era especialmente grande, se podría decir que sus pechos son medianos, una copa C de sujetador, su trasero bien definido encumbraba sus piernas.

Aunque tenía menos pecho del que a mí me gusta… no puedo negar que su presencia me impactó. Joder… ¡estaba muy buena! Tanto que incluso me puse nervioso en nuestra primera conversación.

· Encantado de conocerte Estefanía – me presenté – espero poder ayudarte en tu adaptación al puesto.

· ¡Gracias Señor! – me regaló dos besos en cada una de mis mejillas – espero hacerlo bien.

· Para hacerlo bien vas a tener que dejar de llamarme señor – bromeé.

Ella asintió con una sonrisa, mezcla entre timidez y desparpajo. No sabía que eso era posible.


ESTEFANÍA

Mis primeras semanas en la empresa fueron rodadas. Eze era un gran maestro. Me enseñó muchos trucos para elaborar los informes y planificar rutas.

Me sentía a gusto a su lado. Él era unos años mayor que yo, pero debo reconocer que me encantaba escuchar su voz grave y pausada. Me trataba con cariño al enseñarme las tareas, y el que estuviese tan bueno, me atraía, me facilitaba aumentar mis ganas de ir a trabajar.

Debo reconocer que el pasar horas trabajando juntos me gustaba. Había días que nos quedábamos hasta tarde trabajando y yo le ayudaba en todo lo posible.

A finales de noviembre estábamos inmersos en el cierre mensual. Todos los departamentos estaban colapsados y Ezequiel estaba especialmente tenso con los informes a presentar. Aquel jueves, cuando disponía a irme a mi casa me acerqué a su despacho. Él estaba hipnotizado mirando la pantalla del ordenador.

· ¿Es que no te vas hoy? – le señalé la hora.

· No puedo aún… estoy con el último informe de los envíos a Asia. Necesito terminarlo sí o sí para entregarlo mañana a primera hora.

Yo había quedado con mis amigas para ir al cine. Pero decidí cancelarlo para ayudarle.

· Me quedo contigo. Entre los dos acabaremos antes.

· ¿Es que no tienes planes?

· No tengo nada que hacer. Te ayudo. – Mentí.

Trabajamos hasta tarde. No nos dimos cuenta de que el sol se había puesto y eran las tantas de la noche.

· ¡Por fin! ¡Lo tenemos! – él levantó las manos al cielo con aire de victoria.

· ¡Genial! Ahora a descansar. Mañana nos espera un día duro.

Comencé a guardar mis papeles en la mochila cuando me sugirió un plan. Me encantó.

· Estefanía… ¿por qué no nos tomamos algo en el bar de abajo y picamos algo? Se ha hecho tarde y quiero invitarte a algo para agradecerte la ayuda.

· Bueno… lo acepto. – me sentí feliz por pasar un tiempo con él fuera del trabajo.

Bajamos al bar y ahí nos pedimos un par de cervezas y unas patatas bravas para picar algo. El ambiente era cálido. Un fino hilo musical relajaba el estrés del trabajo. Él estaba al fin relajado y más cercano a mí.

· Te agradezco enormemente lo que has hecho hoy, Estefanía, no sabes lo mucho que me has ayudado – me sonrió.

· Para eso estoy, ¿no? – le ofrecí mi copa para chocar y brindar.

En ese momento uno de los tenedores se me cayó al suelo. Ambos nos agachamos al mismo tiempo para recogerlo y, al hacerlo, nuestras cabezas chocaron. Me puse nerviosa. Nos quedamos unos segundos agachados, frente a frente mirándonos intensamente los ojos. Podía ver a través del marrón de su iris cómo sentía ganas de besarme. Las mismas que sentía yo. Sentía su respiración.


EZEQUIEL

Nuestro aliento se cruzó y ambos pensamos en lo mismo. Estoy seguro. El reloj marcó una pausa y pude descifrar que ella quería algo más en su mirada seductora. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Estaba nervioso. Quería besarla, detuve mis ojos en sus labios unos segundos para regresar al marrón de sus ojos. Nos contuvimos.

Desde ese momento dejé de verla como una mera compañera de trabajo. Estefanía me excitaba, me gustaba mucho.


ESTEFANÍA

Esa noche casi no dormí. Al llegar a casa no podía parar de pensar en Eze. En su rostro, en su torso fuerte. Cuando me metí en la cama no pude resistir tocarme pensando en él. Cerré los ojos e imaginé cómo sería acostarnos. Diría que fue uno de los orgasmos más intensos que había tenido hasta entonces.

Al día siguiente llegué apurada al trabajo. Había perdido el autobús y llegaba unos minutos tarde. Con las prisas y que tenía ganas de orinar, entré corriendo directa al baño. Para mi suerte el de mujeres estaba ocupado y había cola.

Me dirigí a la otra esquina para ir al de hombres, por una vez no pasaría nada. Pero pasó.

Al entrar rápido, con las prisas no caí en que estaba ocupado. Y ahí lo vi. Orinando en el WC instalado en la pared estaba Ezequiel. Mi mirada, como instintiva, se dirigió a su miembro.

¡Joder, menuda polla tenía!

Le miré a él, que se había asustado al verme entrar veloz.

Volví a mirar su polla.

Miré de nuevo su cara, avergonzada.

· Perdón, perdón… - salí corriendo del aseo.

Me pasé el día recordando cómo salía la orina de su polla, el gran chorro a través de su grueso músculo… Estaba segura que en erección sería enorme.

No pude resistirme con esos pensamientos y tuve que ir al baño. Me encerré en uno de los aseos. Me bajé la ropa y comencé a estimular mi clítoris con la imagen de su polla en mi mente.

Metí los dedos en mi interior, imaginando cómo me follaría Ezequiel si estuviese allí. Mi mano izquierda se apoyó contra la puerta cuando llegué rápidamente al orgasmo.


EZEQUIEL

Cuando Estefanía entró de imprevisto al baño y se quedó mirando mi polla, noté que se había excitado. Yo llevaba días embobado con ella y comenzaba a cometer errores propios de mí en el trabajo.

Cuando llegó diciembre, Olga, la CEO de la empresa nos anunció que ese año la tradicional cena navideña sería en el restaurante que teníamos enfrente a las oficinas. Había reservado el local exclusivamente para nosotros. Allí se llevó a cabo la gala inicial, y Olga ofreció una charla en la que nos explicó lo bien que estaba yendo la empresa y lo importantes que éramos para ella los empleados.

La cena de empresa era uno de esos eventos en el que todos nos vestíamos de gala. Yo opté por presentarme con mi traje gris y mi camisa blanca. Sin corbata, claro, eso se lo dejaba a los comerciales y a los de finanzas.

Estefanía llegó con un largo vestido negro ajustado, con un escote sutil en la espalda y su eterna melena negra suelta. Rápidamente me buscó y se sentó a mi lado para disfrutar de la velada.

Luis, de marketing, se nos acercó sonriendo.

· ¡Vaya, vaya, la parejita de moda! Ya parecéis inseparables – bromeó –. Ni más ni menos que el equipo de logística ¿Habéis preparado alguna ruta para salir bien de este evento?

· Este es un “tráfico” distinto. Aquí cada uno que se busque la vida – respondí riéndome con él.

· ¿Y tú, señorita? Qué tal tus primeros meses en la empresa – se dirigió a Estefanía – Lo que veas esta noche seguramente te hará pensar en pedir la baja inmediatamente.

Luis comenzó a reírse a carcajadas recordando cómo el año anterior tuvieron que llevarme a casa después de haber pillado una borrachera monumental en la cena.

· ¡Todavía me huele el coche a tu vómito, capullo! – interrumpió Marina, la contable, para incrementar el ridículo que sentí con esa historia.

· Bueno, no contéis estas historias a Estefanía, que se va a asustar. Tengo una imagen que mantener. No fue para tanto – les corté tratando de salvar la situación.

Durante la cena, mi asistente se sentó a mi lado. Y enfrente conversamos con Luis y Marina.

· No vamos a negar que tenemos al mejor estratega en logística de transporte. Seguro que estás aprendiendo mucho de él – dijo Luis.

· Todavía me queda mucho por aprender… pero estoy a gusto. Sois geniales todos y la verdad, Eze tiene mucha paciencia conmigo.

· ¿Eze? – se burló Luis. Vaya, vaya… ¿será que hay algo más que rutas y mapas entre vosotros?

Estefanía, al oír su comentario, rozó su pierna contra la mía por debajo de la mesa. Un espasmo electrizante recorrió mi espalda hasta llegar a mi nuca. Acaricié su muslo por debajo del mantel.

Terminada la cena, llegó el momento más bochornoso de la noche. El Karaoke.

Luis ya nos tenía a todos acostumbrados a ser el alma de la fiesta y no iba a ser menos cuando comenzó a cantar “El Rey” desafinando en cada “con dinero y sin dinero sigo siendo el rey”.

Estefanía se partía de risa con su imitación. Yo no podía parar de mirarla y alegrarme al verla tan feliz.

Tras varias canciones, comenzó a sonar una melodía suave, una especie de balada de jazz que nos relajó un poco. Era la señal de que el evento llegaba a su fin.

Yo no quería que la noche terminase, me estaba divirtiendo con ella.

Estefanía me miró sonriendo.

· ¿Bailas? – me tendió la mano.

· ¡Claro!

Me levanté de la silla y ella me condujo al centro, en donde había un espacio libre entre las mesas. Comenzamos a movernos al ritmo de la música. No teníamos técnica, solo nos dejábamos llevar. Por un momento el resto de los compañeros desaparecieron y solo estaba con ella.

Nuestros cuerpos se juntaban, sentía su calor. Olía su perfume en el pelo. Cuando la música paró, me abrazó.

Pude ver que Marina y Luis ya estaban en la barra pidiendo más bebida.

La fiesta comenzaba ya a descontrolarse debido a las horas y las bebidas que habían ingerido. Iba a invitar a Estefanía a una copa cuando me propuso un cambio de planes.

· ¿Por qué no vamos un momento a tu despacho? – me interrumpió, mordiéndose el labio inferior.

No me lo pensé. Sabía lo que quería. Era lo mismo que yo.

· ¡Vamos!

Cruzamos la calle y regresamos a las oficinas. Todo estaba a oscuras y fuimos directamente a mi despacho.

Mientras ella dejaba su bolso y chaqueta en el perchero, yo cerré la puerta y la persiana veneciana. Al girarme me pilló de sorpresa y me besó.

· Llevo esperando este momento bastante tiempo, Eze.

Me desabrochó la camisa, dejando mi pecho al descubierto. Notaba la lujuria recorriendo su interior y mostrándose en su mirada.

Agarré su vestido desde abajo y lo subí, sacándolo por su cabeza. Al descubierto se quedó su lencería negra de encaje.

Besé su cuello y mientras lo hacía, desabroché su sujetador. Me pasmé unos segundos mirando sus pechos y acaricié sus pequeños pezones color café.

Ella continuó besándome y aprovechó también para dejarme sin pantalones y ropa interior. Mientras me besaba acarició mi polla hasta que se puso del todo erecta.

Se sentó encima de la mesa de mi escritorio.

· Ven – dijo.

Comencé a recorrer su piel con mi lengua. La piel se le erizaba a medida que bajaba desde su cuello hasta sus pechos.

Seguí deslizándome por su abdomen, hasta llegar a lamer por debajo del encaje la ingle.

Con su mano cogió mi cara para levantarme e introducir su lengua en mi boca.

Se apartó la braga de encaje transparente, mostrando su depilada vagina a mi polla, que se dirigió hacia ella.

Introduje solo la punta mientras ella me rodeaba con sus brazos. Yo quería continuar suave, pero ella no estaba por la labor.

Con un golpe de cadera se inclinó hacia mí, terminando de penetrarla hasta el fondo, y con sus piernas se agarró a mí.

Estaba de pie sujetándola y Estefanía comenzó a menearse. La cogí por sus nalgas para sujetarla y aprovechar mi fuerza para ayudarla con el movimiento.

· Eze… – gemía- qué rico por favor…

Me moví hasta la pared para empotrarla contra el muro. Ahí comencé con más rapidez y fuerza a sacar y meterme dentro de ella. Respondía con gemidos y me mordía la oreja mientras continuaba empujándola contra la pared con mi pelvis.

Liberó sus piernas, dejándose apoyar en el suelo.

Me coloqué detrás de ella y comencé a besar su cuello mientras mi mano irrumpió por debajo de sus bragas para llegar a su clítoris.

Con mi dedo índice, suavemente, inicié un suave masaje que fue aumentando de ritmo según sus gemidos y contoneos se incrementaban. Con su cadera iba frotando su culo contra mi polla, que estaba ansiosa por volver dentro de ella.

Agarró con sus manos la mesa y se inclinó para que yo continuase. Aparté de nuevo el tejido y comencé muy despacio a meter mi polla dentro.

· Me encantas Estefanía…

· La tienes enorme, Eze… dame más… por favor…

Anclé mis manos en sus nalgas, con fuerza, y mi cadera continuó el movimiento sexual.

· ¡¡Más duro Eze!!

Empujé más y más fuerte. La mesa comenzaba a desplazarse con mis embestidas.

· ¡NO PARES! ¡Me voy a correr! – gritaba.

Incrusté aún más mis dedos en su piel y seguí aumentando el ritmo hasta que llegó.

· ¡SI! ¡JODER! ¡QUÉ RICO! EZEEE!!

Sus gemidos dieron rienda suelta a que mi polla comenzase a descargar mi orgasmo en su interior. Al igual que una manguera a presión, sentí cómo los músculos de mi polla, espasmódicos, se agrandaban dejando circular el semen dentro de ella.

Una,

Dos,

Y tres embestidas en las que me vacié.

· ¡JOOOODER FANI!

Me recosté encima de ella tras el orgasmo. Salí de su interior, mi polla al salir permitió que varias gotas de semen cayesen al suelo.

Ella se giró para agarrarme la cara y besarme.

· Ha sido fantástico.

En esa cena de empresa comenzó nuestra relación.

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