Mi vecina embarazada [Parte 2]

 

VIRGINIA

No sabía si el embarazo me estaba alterando las hormonas, o si mi vecino yogurín me calentaba de un modo singular, pero tras haberme corrido con su lengua en mi coño, no paraba de pensar en él. En su semen caliente en el exterior de mi vagina.

Esa noche, sola en mi habitación, me masturbé pensando en él. Tocaba con mis dedos mi clítoris recordando cómo su gran polla descargaba semen en mí. No me contuve, grité con el orgasmo. Estoy segura de que él me escuchó.


GABRIEL

Había sido increíble. La primera vez que veía un coño. La primera vez que lo comía. La primera vez que me corría encima de uno. Me fui a casa embobado, me pasé el resto del día pensando en ella. En su vagina velluda. En sus pechos enormes. En el sabor ácido y salado de sus partes. Me masturbé tres veces esa noche. Juraría que ella hizo lo mismo, la escuché gemir. Como cuando gemía y gritaba follando con Lucas.

Al día siguiente traté de seguir con mi rutina, mis libros y las recuperaciones que me esperaban en septiembre, pero era inútil. En mi cabeza no entraban los cálculos, ni las operaciones, ni la literatura. Tampoco tenía ganas de jugar a la videoconsola. Toda mi cabeza estaba pensando en Virginia. Y también mi polla, no había paja sin recordar lo sucedido. Estaba ansioso por volver a verla.

Fue después de mediodía cuando escuché una discusión desde mi cuarto. Claramente era ella. La voz grave del hombre no la reconocí. Estaba claro que no era Lucas, diría que era alguien mucho más mayor por cómo rasgaba la voz. Tras media hora pararon y a través de la mirilla de mi casa vi cómo salía un hombre de aproximadamente sesenta años de la puerta de su piso.


VIRGINIA
Al día siguiente recibí la inesperada visita de mi padre. Era un hombre conservador y tenía un disgusto tremendo por mi determinación de querer ser una madre soltera. Cuando se enteró de lo de Lucas, trató de buscarlo. Primero para darle una paliza, y segundo para que se hiciera cargo, pero su esfuerzo fue en vano. El muy desgraciado había desaparecido, como si nunca hubiera existido. Jamás pudimos dar con él.

· ¡No te puedes quedar aquí, hija! – fue lo primero que me dijo tras sentarse en el sofá del salón.

· Papá, ya lo hemos hablado cientos de veces. Voy a seguir aquí y tendré a mi hija. No necesito de ningún hombre que me mantenga. Tengo mi trabajo y viviremos bien.

Él se quedó pensativo, con la mirada baja y triste.

· De eso vengo a hablarte Virginia. Ha llegado esta carta a casa. Todavía no has cambiado tu dirección en el trabajo. – me la entregó.

Estaba abierta. Mis padres ya la habían leído. Llevaba el membrete de la empresa en la que trabajaba, aunque llevaba unas semanas de baja para prepararme para el parto.

Leí detenidamente el escrito... Y tras varios largos párrafos dándome las gracias, elogiando mi trabajo, mi esfuerzo y más bla bla bla… me comunicaban que estaba cesada. Acababa de perder mi empleo.

· ¿Lo entiendes ahora? ¿De qué vas a vivir? Te falta… ¿qué? ¿un mes? ¿mes y medio para dar a luz?

Me quedé en silencio.

· Nadie va a contratar a una embarazada. Y cuando nazca, ¿quién te va ayudar con la cría? ¿Cuál es tu plan?

Continuamos varios minutos más sin que ninguno de los dos diese su brazo a torcer. Finalmente, papá se fue y me quedé sola pensando en mi futuro varias horas.


GABRIEL

Ese día no vi a Virginia, no tuve el valor de llamar a su puerta y ella tampoco vino. Tuvo que ser el día siguiente cuando, de casualidad, me la encontré. Con el sol pegando en el momento más álgido, bajé a comprar el pan a mediodía y me la encontré en la panadería. La noté decaída, aunque estaba igualmente guapa. El pelo recogido en un moño, un pantalón corto flojo de lino y una camisa enorme blanca que no ocultaba ni su bombo (al que pocas semanas le faltaban para salir) ni el hecho de que no llevaba sujetador. El tejido transparentaba sus grandes pechos, sus pezones enormes pegados gracias al sudor. Sudor que dejaba caer también unas gotas por su frente.

Cuando me vio entrar, noté que la cara se le cambiaba y tornaba más alegre. Uno nota cuando alguien se alegra por verle. Se acercó a mí.

· ¡Hola Gabriel! ¿A comprar pan también?

· Sí, voy a comer en un rato la ensaladilla rusa que me ha dejado preparada mi madre y necesito un poco. ¡A ver si así consigo estudiar un poco esta tarde! Últimamente estoy muy despistado.

· Vaya, vaya jovencito. ¿Qué es lo que te distrae la mente? – preguntó mientras su mano rozaba el cuello de la camisa. Su mirada era pícara. Sabía bien qué es lo que preguntaba.

· Ya sabes Virginia… el calor, las chicas… esas cosas. – dije mientras la panadera esperaba a que terminásemos de hablar para atenderla.

No la hicimos esperar y ambos compramos lo que íbamos a buscar. Terminamos la charla de camino a casa.

· Esta tarde voy a tener una visita. Me ha llamado mi madre y vendrá a verme, pero mañana tengo la tarde libre. ¿Por qué no te acercas y tomamos algo juntos?

· ¡Eh... claro! ¡Claro! ¡Por supuesto! Mañana voy a tu casa. ¿Te va bien sobre las cinco? – respondí nervioso.

· ¡Perfecto! ¡Nos vemos mañana jovencito!


VIRGINIA
Al volver de la panadería y concretar la cita para el día siguiente, creo que ambos nos fuimos a casa sonriendo. Y excitados, la verdad.

Cuando mi madre llegó, volvimos otra vez al mismo tema que tantas veces llevaba discutiendo con ellos. Me ponía en su lugar y sabía que lo hacían por mi bien, pero me estaban agobiando.

· ¡Vuelve con nosotros a casa, Vir! Te ayudaremos y podrás criar a tu hija en condiciones.

· Mamá…

· Ese malnacido de Lucas no da señales de vida. Aunque si aparece, piénsatelo. Toda mujer necesita un hombre a su lado. Mejor malo conocido…

· Esa frase terminó con mi paciencia…

Me levanté.

· Mamá, jamás volveré a estar con Lucas. Suponiendo que el hijo de puta aparezca. NO NE-CE-SI-TO a ningún hombre. -alcé la voz- ¡Encontraré otro empleo y mi hija y yo estaremos bien! No insistáis más con este tema o tendremos que dejar de vernos.

· Pero hija… qué vas a hacer… te acabas de comprar este enorme piso. No vas a poder con los gastos…

· ¡MAMÁ! ¡He dicho BASTA!

Me pasé la tarde llorando sola en casa. Las malditas hormonas… mis agobiantes padres… me estaba desplomando y me costaba buscar una salida a mi situación.


GABRIEL

Al día siguiente me preparé a conciencia. Me duché bien, me puse perfume (de mi padre), me lavé bien la polla y me rasuré toda la zona.

Cuando dieron las cinco (se me había hecho eterna la espera, parecía que hubiese estado esperando semanas, no horas, para ese momento) me puse unos vaqueros y una camiseta de algodón transpirable blanca y me armé de coraje.

Llamé a su puerta.


VIRGINIA

Tras los lloros del día anterior, me desperté y decidí cuidarme un poco. Dedicar el día para mí y no hacer nada. Me preparé como pude una comida rica (espaguetis boloñesa, me salen de muerte). Comí sobre las dos de la tarde. Dormí una siesta hasta casi las 4 y al despertarme me fui a mi querido jacuzzi a relajarme dándome un baño. Allí me pasé un buen rato hasta que sonó el timbre. Miré la hora.

· ¡Se me había olvidado la hora! Las cinco. ¡Gabriel!

Me levanté rápido, sin siquiera haberme secado me puse el albornoz de seda y fui a abrir.

Allí estaba, en la puerta. Noté que se había acicalado. Olía a perfume. Estaba bien repeinado hacia atrás.

· Ho… Hola Virginia! – tartamudeó nervioso.

· ¡No tengas vergüenza! Después de lo del otro día te vas a sonrojar – bromeé para que se relajase.

Nos sentamos en el sofá a tomar un té helado que tenía preparado en la nevera. Lo serví con unos cubitos de hielo y comenzamos a charlar.


GABRIEL

Abrió la puerta empapada, acababa de salir de la ducha seguro, con un albornoz que se pegaba a su piel con el agua. Estaba seguro de que no llevaba nada debajo. ¡Ni siquiera había entrado y ya estaba sonrojado!

Me sirvió té helado y charlamos.

· ¿Qué tal estos días? – preguntó con interés.

· Bien… ya sabes… intentando estudiar…

· ¿No has quedado con tus amigos? ¿Con alguna chica?

· No… todos están disfrutando de sus vacaciones. Soy el único pringado de mi grupo que tiene que estudiar en verano.

· Qué pena… no has podido poner en práctica lo que te enseñé.

· No, todavía no… - sonreí con vergüenza.

· ¿Y tú Virginia? ¿Qué tal ha ido tu visita?

· Ajjj… La verdad Gabriel… no estoy pasando un buen momento. Mis padres están erre que erre con que me vaya a vivir con ellos. No creen que pueda valerme por mí sola.

Para más desastre, me han despedido del trabajo.

· ¿Cómo?

· Lo que oyes… nadie quiere a una embarazada en su empresa que va a estar los próximos meses sin poder aparecer por la oficina… ¡En fin! ¡Problemas que tendrán solución pronto! ¡Positividad!

· Lo siento mucho – no sabía qué decir.

· Dejemos el tema. ¡No estamos aquí para entristecernos! ¡Voy a buscar más té a la nevera!

Se levantó, dejando en el sofá un rastro mojado donde estaba sentada. A medida que se levantó pude ver sus pechos mientras se incorporaba y el albornoz cedía. Confirmado: no llevaba nada bajo la seda. Me estaba excitando solo con pensarlo.

Cuando volvió con los dos vasos en cada mano, se quedó mirándome pensativa. Con cara de pícara.

· ¿Sabes? Creo que tú y yo tenemos demasiada tensión acumulada. ¡Vamos a hacer algo para rebajarla! ¿Qué te parece?

· Eh… bien. ¿Qué propones?

· Ven conmigo.

La seguí y nos fuimos a su baño. Ella colocó las copas en el borde y dijo:

· ¡Tadá! ¡Aquí está! Una de las maravillas del mundo. El jacuzzi. – tarareó emocionada – vamos, quítate la ropa!

· ¿Qué?

· No vas a meterte vestido, ¿no? – dijo cuando ya se estaba quitando el albornoz.

Hice lo propio, coloqué mi ropa encima de un mueble y nos metimos juntos. Sentados uno enfrente del otro.

· Siempre quise tener uno de estos. Con sus chorros, sus burbujitas… ¡cuando por fin me compré este piso sabía que lo primero que iba a poner era esto! ¡Es una gozada!

· Es muy cómo la verdad.

No podía sacar mis ojos de su cuerpo desnudo. Sus tetas reposaban encima de su enorme panza. Su vagina peluda se veía a través del agua y de las burbujas que subían. Se inclinó hacia atrás mojándose completamente el moño. Al subir lo deshizo y se apartó la melena mojada hacia atrás con las manos. Tenía mis piernas abiertas cubriendo las suyas, nuestros muslos se tocaban.

Todo ese escenario propició que la parte más incontrolable de mí apareciese.

· ¡Vaya! ¡Parece que el pequeño Gabriel se ha despertado! – dijo mirándome la polla erecta.

· Emm… sí.

· Tendremos que bajarle la tensión también. Levántate por favor.

· ¿Virginia?

· Con mi panza no puedo inclinarme hacia ti. Necesito que estés de pie.

Eso hice. Me levanté y me quedé con los pies cubiertos por agua y Virginia abajo. Con su cabeza a la altura de mis partes.

· Hay una cosa que vas a tener que enseñar a tus ligues. Muy importante. Sobre todo, si no tienen experiencia. Tienes que enseñarles a que te coman bien la polla. Como te dije, las relaciones solo funcionan si los dos quedan satisfechos.

Agarró mi miembro con suavidad con su mano. La otra la tenía acariciándome los testículos que con tanta calma y paciencia me había depilado horas antes. Tenía el prepucio cubriéndome todo el glande, y por ahí empezó. Introdujo su lengua, sin bajarlo, entre la piel y el glande y lo recorrió varias veces. Dibujando su deseo en la punta de mi polla.

· Siempre puede ayudar el tener lubricada la zona si la notas seca – sacó un bote pequeño de aceite lubricante y soltó un buen chorro encima.

Descapulló la zona y continuó besándome el glande. Con cariño. Como quien besa a un amante que no ha visto en meses. Escuchaba sus labios en contacto.

Su mano continuaba acariciando mis testículos. Estaba muy caliente.

Con mucha delicadeza comenzó a acercar sus labios cada vez más hacia la base. Hasta tenerla introducida en su boca por la mitad. Sus labios la metieron y sacaron varias veces. Una, dos, tres, cuatro. Despacio. A la cuarta la metió del todo y estuvo varios segundos con todo mi órgano dentro. Seguía acariciándome los testículos.

Yo estaba ardiendo. Caliente. ¡Era la mejor primera mamada de mi vida!

La metió dos veces más hasta el fondo para terminar besando mi glande en la última.

· Túmbate Gabriel.

No dije nada. Obedecí.

· ¿Sabes cómo he llegado a tener este bombo?

· Me lo imagino… Virginia…

· A no ser que quieras preñar a una mujer, no debes meterla sin condón. Quiero que te metas dentro de mí. En mi caso no tienes ese riesgo – acariciaba su barriga.

· Pero… ¿no haré daño al bebé?

Sonrió con dulzura mientras se sentaba encima de mí.

· Jovencito, el sexo es bueno con embarazadas. No te preocupes. Todo estará bien.

Apoyó sus manos en mi pecho. Su bombo chocaba con mi torso. Lentamente se acercó con su coño a mi polla.

Sentía los pelos de su vagina. Se deslizó frotando un poco. Sentí cómo me hacía paso en la parte exterior de su vagina. Estaba caliente, húmedo. Fue bajando muy despacio hasta que se sentó del todo.

Tenía toda mi polla dentro de ella. Agarró mis manos y me las puso en su panza.

· ¿Ves como no pasa nada?

· ¡Esto es la hostia! Virginia….

Comenzó a frotar y balancear su cadera hacia mí. Notaba cómo dentro de ella iba sintiendo toda su vagina.

Me puso las manos en sus pechos.

· ¡Tócamelos! Acarícialos y pellízcame los pezones. Eso me excita.

Seguí las órdenes.

Mientras ella continuaba bailando con su cadera encima de mí, yo masajeaba sus enormes pechos. Bordeaba con mi pulgar sus pezones que se endurecían al paso.

Hizo fuerza con sus manos en mi pecho y comenzó a subir y bajar su cadera. Veía cómo mi polla salía casi del todo de su vagina. Casi, se dejaba la punta dentro, y volvía a bajar muy despacio.

Acerqué mi mano a su cara para acariciarla. Ella se metió en la boca mi pulgar y lo chupó. Con lujuria. Como minutos antes había chupado mi miembro.

· Ahora Gabriel, vamos a hacer lo más estimulante. Vamos a corrernos juntos. ¿Te parece bien?

· Sí, Virginia. Sí, por favor.

· Vas a poner tu mano en mi clítoris y lo vas a estimular mientras yo sigo moviéndome. Así conseguirás que me corra. Espero que tú también lo hagas.

Así hice. Con una mano en su pecho y la otra en el clítoris, comenzó a moverse más rápido. Notaba que casi llegaba al éxtasis.

· ¡Ahora Gabriel! – Se estaba corriendo – ¡Ahora!

Se movía más rápido. Su bombo chocaba con mi estómago. Sentía cómo rozaba su vello púbico con mi pubis depilado.

· ¡Córrete Gabriel! ¡Termina dentro de mí! ¡Dame toda tu leche!

No pude ni quise contenerme más. Dejé que los espasmos se apoderasen de mi polla y sentí cómo el líquido fluía a través de mí y se depositaba dentro de ella.

· ¡Sí Virginia! ¡Si! ¡Me corro!

· ¡Gabriel! ¡Sí!

Cuando terminé de eyacular me sentía extasiado. ¡Vaya primera vez!

Virginia se quedó unos minutos encima de mí, con mi polla dentro, acariciando mi pecho.

Cuando al fin se levantó, mi polla había ganado flacidez y se cayó encima de mi pubis fofa a medida que un chorro de semen caía de su vagina.

· ¿Ya no estás tan tenso? – me preguntó sonriente.

· Desde luego que no. ¿Tú?

· Yo tampoco. Ha sido genial Gabriel.

Ese verano nos volvimos a encontrar varias veces más. Seguimos follando hasta casi una semana antes de que diese a luz.

Después de eso, Virginia desapareció. Llamé a su piso varias veces, pero no había nadie. Tiempo después me enteré por mis padres de que lo había vendido y se había mudado a uno más pequeño en el centro. No volví a saber de ella hasta hace poco…

Continuará….

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