Monarquía: El recepcionista [1] Un descubrimiento


Monarquía: El recepcionista

# Capítulo 1: Un descubrimiento #

El hotel “Monarquía” está situado a las afuera de la gran ciudad de Madrid. Rodeado de frondosos robledales, apartado de las miradas de curiosos y fisgones, un aura de misterio y lujuria invaden sus muros. Su enclave estratégico (lejos de la ciudad y solo accesible por carreteras secundarias) hace que su misión no falle: es el lugar secreto de encuentro de aventuras extramatrimoniales, infidelidades y todo tipo de encuentros sexuales prohibidos. Muchos personajes públicos acuden a este local porque saben que su privacidad está más que asegurada. Es la norma fundamental del personal del hotel por la que los empleados pueden ser gravemente sancionados e incluso arruinar su vida si la incumplen.

Los huéspedes son guiados con un ambiente íntimo y exclusivo desde la recepción hasta sus habitaciones. Todas dotadas de minibar con diversos licores, vinos, vasos y hielo. El jacuzzi permite la relajación mientras suena un leve hilo musical. Un suministro de preservativos y gel lubricante en packs individuales está a disposición de los usuarios. Pétalos rosas decoran las sábanas de seda de las camas y un ligero aroma sutil inunda el aire para crear un ambiente perfecto de seducción.

En el hotel no están permitidos los dispositivos electrónicos, que deben dejarse en la recepción en custodia, y evidentemente, no hay cámaras de seguridad que graben en ese lugar.

La cabeza visible del suntuoso hotel es Mónica Villa. Una joven treintañera que cuida con todo lujo de detalles las estancias y a su personal. Con cabello rubio y largo que cae sobre sus hombros, ojos marrones que captan la esencia de cada persona en su mirada, y un aura de complicidad que hacen que los clientes depositen en ella toda su confianza. Tras su profesionalidad, hay una mujer que entiende el deseo, la seducción y lo excitante de un encuentro furtivo. Toda una experta en lo clandestino.

Por las noches, el encargado de mantener todo controlado es Arturo. A sus 35 años ha encontrado el trabajo perfecto para su gusto por la nocturnidad. Alto, guapo y fuerte, atrae las miradas de la mayoría de mujeres que vienen a escapar de su relación para darse un homenaje sexual. Más de alguna se ha ido con ganas de tener una noche con él.

Arturo es un maestro del flirteo, su voz grave y pausada provoca nerviosismo en las clientas. Pero no es un superficial, le gusta charlar y pasar horas hablando con los clientes con conversaciones profundas.

Este viernes noche, aunque él no lo sabe, va a ser un viernes diferente en su turno de trabajo.

A las cuatro de la mañana, tras haber recibido y acompañado a todos los clientes se encuentra absorto en su lectura cuando por el hall de recepción aparece la última clienta a la que había dado check-in: Gina.

Sus curvas generosas derrochan sensualidad. A sus 30 años mantiene un cuerpo imponente, pelo largo y moreno recogido en una coleta, piel bronceada y unos ojos negros que muestran misterio y frustración a la par. Frustración de un matrimonio que hace siglos está a la deriva.

Se acerca a Arturo para pedirle que le abra la habitación, se ha olvidado la llave dentro. Éste la mira y no puede evitar ver su cara triste.

— ¿Qué le ocurre Gina? —pregunta mientras van caminando por el pasillo.

— Por favor, no me trates de usted Arturo. Me haces sentir mayor.

— Perdona Gina. ¿No te veo bien, te puedo ayudar? —rectifica.

— Mi cita de hoy me ha dado plantón. Ya ni de mi amante puedo esperar nada.

Arturo la mira con lástima. Nota un halo de sufrimiento en sus cristalinos ojos.

— Gina… ¿quieres que me quede un rato contigo y así nos hacemos compañía? —le dice mientras abre la puerta de la habitación.

— No te quiero molestar, seguro que tienes mucho trabajo.

— No es molestia. Todos los huéspedes están dentro. Tengo toda la noche libre —le guiña un ojo.

Al entrar a la habitación, Gina le ofrece un vino, ella se sirve otro y se sientan en el sofá mientras se escucha muy bajo el hilo musical.

— Finalmente, esta noche no va a estar tan mal. Será por la compañía. —con su mano balancea el líquido en la copa.

— Puedo decir lo mismo. Tu compañía hace que mi noche sea mucho más amena. A veces me mata la monotonía. Pero háblame de ti, ¿cómo te sientes? ¿Qué te está pasando para acabar así?

— Arturo, sé que eres un gran confidente y me voy a abrir. Necesito expresar mis sentimientos con alguien: a veces siento que se me ha olvidado cómo es vivir. Mi marido se pasa semanas en el extranjero por su maldito trabajo, estoy sola. Hace meses que conocí a un amigo “especial” en un bar al que suelo ir y comenzamos a tener encuentros casuales aquí. Volví a sentirme viva de nuevo con él, el sexo era increíble. Pero desgraciadamente, parece que la historia se repite y mi amigo comienza a pasar de mí para dedicarse a sus historias.

— Vaya, cuanto lo siento Gina.

— Lo peor de todo es que no me basta con masturbarme, necesito una buena follada de vez en cuando. ¿Sabes?

Arturo se ruboriza.

— Perdona Arturo, se me está subiendo el vino y ya no controlo mis palabras.

— No te preocupes Gina. Te entiendo perfectamente. Todos necesitamos un poco de emoción de vez en cuando.

Ella muerde su labio inferior y sonríe:

— Todos necesitamos un escape de vez en cuando.

Gina se acerca a él mientras su mano comienza a acariciar su pierna. Su mano se desliza suavemente para bajar a su entrepierna.

Arturo se acerca a ella un poco más, hasta estar frente a frente:

— A veces un pequeño escape nos lleva a grandes descubrimientos.

— ¿Y si hacemos un descubrimiento hoy, aquí y ahora, tú y yo Arturo? —le susurra al oído.

Con su mano en sus partes, a través del pantalón Gina comienza a notar cómo el miembro toma vida propia y comienza a agrandarse.

— Estoy aquí para eso —musita él a su oído.

Sus manos comienzan a quitar el vestido negro de Gina, dejando al descubierto su lencería negra sobre la que posan sus enormes pechos y sus braguitas ajustadas a ese culo tallado.

Ella por su parte comienza a quitar el cinturón de su pantalón con suavidad. Se levanta mostrando sus curvas y se postra de rodillas ante él. Lentamente baja sus pantalones y ropa interior para descubrir que lo más grande de Arturo no es su empatía. Tiene un miembro enorme, robusto, grueso y firme del que salen enormes venas.

Con su mano derecha comienza a masturbarle lentamente mientras su mano izquierda masajea sus testículos.

— ¿Te está gustado? —le mira a los ojos con sonrisa pícara.

— Me encanta Gina —gime de un modo que delata su total satisfacción.

Muy despacio la mano derecha deja espacio a los labios de Gina para introducir toda su polla en la boca mientras la izquierda continúa con su masaje testicular. Se recrea en el glande que acaricia con su lengua aún con la boca introducida.

El ritmo de la felación aumenta hasta el punto de que Arturo, por cortesía, le advierte:

— ¡Como sigas así me voy a correr ya!

Gina se para. Se saca la polla de la boca y le mira fijamente:

— No puedo permitir eso. Todavía no te puedes correr —sonríe.

Se levanta y se sienta encima de él, todavía con las bragas y el sujetador puestos. Estira su mano detrás de su culo y busca su polla. Se alza levemente para apartar sus bragas e introducirla dentro.

Arturo da un gemido de éxtasis. Su enorme polla se moja por completo con los fluidos de su vagina. Se siente caliente y confortable. Su escaso vello púbico roza con su ropa interior.

Gina alcanza sus labios para darle un beso y probar su lengua con la suya mientras comienza a subir y bajar lentamente su coño a través del tronco. Ambos gimen de placer. Ella para la acción anterior para comenzar a frotar su coño contra su pelvis, con el miembro dentro.

— ¡Me estás matando Gina!

— ¿Te gusta el descubrimiento? —susurra a su oído.

— Me encanta.

— Pues voy con la última parte. Quiero que te corras conmigo. ¡Corrámonos juntos!

Gina comienza a mover sus caderas cada vez con más fuerza. Arturo descubre sus pechos bajando la copa del sujetador. Pega sus manos a ellos, con sus dedos lee en braille las protuberancias de sus generosas areolas y su lengua se encarga de endurecer el prominente pezón. El movimiento es cada vez más rápido.

— ¡Me corro Arturo! ¡Me corro! ¡¡Sí!!

La polla de Arturo comienza a palpitar dentro del húmedo coño de Gina. Comienzan las contracciones, varias seguidas en intensas que provocan dentro de ella la descarga una enorme cantidad de semen. Varios chorros salen disparados dentro. Ambos gritan de placer.

— Sííííí. Me corro.

— Dámelo todo Arturo. ¡¡Dámelo todo!!

— Sííííí.

Tras el éxtasis sexual, Gina se levanta mientras de su vagina caen gotas de semen en la pierna de Arturo.

— Me ha encantado.

— Me alegro Gina. Un gran descubrimiento.

Ambos se asean en la ducha, frotándose juntos bajo el vapor que se genera, besándose y dándose cariño.

Cuando Arturo se dispone a volver a su puesto de trabajo, la voz de Gina le pregunta sonriente:

— ¿Tienes habitación disponible para mañana?

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