Monarquía: Origen (1) Sexo y política

 


#Capítulo 1: Sexo y política#

El amor nos ciega.


Lo que menos se esperaba Mónica al llegar temprano a su casa fue la escena de la que fue testigo: dos hombres, con sendas máscaras de un payaso y un diablo, delante de Sofía (su amiga y compañera de piso), arrodillada, masturbándose hasta correrse en su escote.


(Días atrás) …

Mónica Villa es una joven de 25 años. Alta, figura esbelta, con larga melena rubia, sensual. Ojos marrones penetrantes que pasan desapercibidos debido a que las miradas recaen en sus enormes y perfectos pechos.

Sofía Martínez ha sido su inseparable amiga desde la universidad. Comparten edad y ese aire lujurioso que emana de su cuerpo, pero las diferencia su personalidad. La larga melena de Sofía es castaña y en medio de sus senos lleva orgullosa un tatuaje de un escorpión, símbolo de su ansia por adquirir fuerza y enfrentarse a los problemas, con poco éxito por el momento.

Mónica terminó sus estudios de Relaciones Internacionales casi a la vez que Sofía finalizó los suyos en Turismo. Con el devenir de los años, terminaron juntas trabajando en el partido político en auge en ese tiempo: Horizonte Democrático.

El carácter enamoradizo de Sofía y su poca autoestima, le hizo caer en los brazos de Andrés López, presidente del partido. Casado, a sus 40 años tiene una gran habilidad para los discursos. Su imagen pública de personaje honesto y visionario contrasta con su oscura personalidad que mantiene oculta.

La vida en la sede de Horizonte Democrático es un contante ir y venir de reuniones y luchas de poder.

Mónica, como responsable de comunicación, sabe moverse perfectamente en ese ambiente. Maneja a la prensa a su antojo y coloca a Andrés López en el centro de la actualidad del país.

Sofía, más meticulosa y analista, se encarga de la estrategia del partido. Pero lo que más le apasiona últimamente es Andrés, ve al líder del partido como un semi-Dios, como el hombre de sus sueños. Ese aire maduro de sobriedad y poder la vuelve loca. Por eso no tardó mucho en acabar en su cama. Las promesas de dejar a su mujer y casarse con Sofía no tardaron en aparecer de sus labios, promesas vagas e inútiles hasta el momento.

Esa mañana, mientras Mónica revisa notas de prensa y nuevos proyectos para la próxima campaña, Sofía rompe el silencio con una mueca en su cara que su amiga conoce bien.

— Mónica, no sé qué hacer —Sofía suspiró, recostándose en la silla.

Mónica levanta la vista, cansada de esa conversación y de la ingenuidad de su amiga.

— ¿Andrés…? ¿Otra vez? —su tono no muestra sorpresa, ya conoce bien la historia.

— Sí… No termina de dejar a su mujer… llevamos así medio año… siempre la misma excusa… estoy cansada de ser la amante.

Un suspiro casi imperceptible escapó de los labios de Mónica para poner la mirada fija en su amiga, con una ligera sonrisa de preocupación.

— Sofía… llevas meses esperando y no pasa nada… no va a pasar. Las promesas de Andrés son como sus mítines… promesas vacías. Te está usando, sólo quiere sexo con una veinteañera. La crisis de los 40, supongo…

— ¡No! ¡Él no es así!... —Sofía se levanta con el enfado en el rostro—. Tú le tienes envidia porque es el líder del partido… Él me quiere. ¡Quiere estar conmigo!

Mónica tardó en contestar. Sabía que ir en contra de Andrés solo la alteraría más.

— No me hagas seguir con el tema, Sofía… Yo sólo quiero que no te dejes hundir. Tú vales más que esto, vales más que ser un adorno, que ser la segundona… espero te des cuenta más pronto que tarde…

El silencio se instaló en las dos jóvenes, pero no pudieron continuar con su intensa charla. La puerta de la oficina se abrió de golpe y entró, sin mediar palabra, Miguel Porro, el tesorero del partido y mano derecha de Andrés López.

Miguel es un astuto hombre de partido. A sus 45 años, mantenía siempre una presencia imponente con su casi metro noventa, media melena gris siempre bien peinada, vestido siempre con traje y corbata, calculador y ambicioso.

— ¿Todo bien? —preguntó con su mirada oscilando entre las dos, una mirada más felina y astuta de lo que aparentaba.

— Sí, Miguel. Todo en orden — respondió Mónica, con seguridad.

— Sofía… Andrés te está buscando —le indicó el hombre.

Sofía salió en busca de su amado líder y amante, dejando a Miguel y a Mónica enfrascados en los números de la campaña.

Al llegar al despacho del líder, Sofía siguió sus instrucciones y al cerrar la puerta, giró la persiana veneciana para tener más intimidad. Andrés estaba sentado, colocándose bien el pelo engominado hacia atrás.

Su cuerpo se acercaba más al de él, sin apartar la mirada. Se acercó al corpulento hombre y le besó.

— Cariño mío… cuanto te he echado de menos… No aguanto más. ¿Qué estamos esperando? ¿Por qué no has dado ese paso? —le dijo con palabras que salían atropelladas de sus labios.

Andrés, siempre calculador, dejó de peinarse el frondoso bigote con sus dedos y lanzó una mirada fría que ella no supo interpretar.

— Sofía, ya te dije que las cosas no son tan fáciles. Tengo que ser cuidadoso —su voz era grave.

Temerosa de que le dijera lo que le repetía siempre, dio un paso hacia él, intentando recuperar la cercanía.

— ¿Qué más necesitas? No puedo vivir así más tiempo, Andres… Te amo… no quiero ser sólo tu amante… tú mismo lo has dicho, odias a tu mujer…

Andrés se levantó de su silla y le dio la espalda para tomar distancia y meditar mejor sus palabras.

— Creo que te has estado acercando a mi mujer, ¿verdad? —la pregunta fue directa, sin rodeos.

Sofía notó cómo el nudo se apretaba en su estómago y un sudor frío recorría su espalda desde abajo.

— No... No quería… —sus palabras no conseguían salir ante la revelación.

— No te hagas la inocente. Ni se te ocurra hacer algo estúpido. Sabes bien en donde te has metido. Ya te he dicho que esto tomará tiempo —mentía Andrés—. Lo tengo en manos de mi abogado, mi amor. Pronto… —le dedicó una sonrisa falsa.

Sofía se sentó aliviada en su mesa.

— ¿Nos vemos esta tarde y tomamos algo juntos? ¿Vienes a mi casa? —la falsa sensación de alegría se apoderaba de ella.

— Tengo una propuesta mejor, mi amor —le dijo con cara de sádico—. Sabes que me encanta el sexo contigo…

— Y a mí, eres el mejor en la cama Andrés… —Sofía lamió la punta de su índice.

— ¿Y no crees que deberíamos experimentar más cosas?

Sofía se quedó extrañada por la pregunta.

— ¿Qué cosas?

— No quiero tener una relación rutinaria y acabar como con mi mujer… quiero que seamos libres de hacer lo que queramos. Experimentar, Sofía… será bueno para los dos.

— Lo que tú quieras, Andrés, mi amor.

— Un trío, creo que deberíamos sentirnos libres para hacer un trío con otro hombre.

— ¿Un trío? ¿Estás loco?

— Escucha… Sofía… si caemos en la relación de pareja monótona, ¿quién nos dice que no queramos buscar estas cosas fuera de nuestro matrimonio? ¿No crees que es mejor hacerlo como algo natural?

Las dudas de Sofía crecieron, pero su amor la tenía tan cegada que aceptó. Esa tarde se reunirían en su casa, aprovechando que Mónica llegaría más tarde para consumarlo.

Al regresar a la oficina, ocultándoselo, se aseguró de que Mónica no llegaría temprano a casa esa tarde.

— ¿Tanto lío tienes, Mónica? — le preguntó.

— Sí… amiga… esta campaña tiene que salir perfecta… No me esperes para cenar siquiera…

Mientras, Andrés López confirmaba los detalles con su mano derecha, Miguel Porro.

— ¿Y bien? —preguntó ansioso Miguel.

— Sí, la he convencido —respondió entre carcajadas—. Pero no te acostumbres, señor Porro.

— Ja ja ja ja. Esa joven zorra… la tienes comiendo de tu mano…

— Con esto damos por zanjada la apuesta… me debes diez mil euros… eres tan ingenuo que no creías que conseguiría que nos la follásemos a la vez. — se regocijaba Andrés—.

— ¿Diez? Eran cinco mil, Andrés, no me jodas. Sí, pero seguro que pagas otros cinco si te dejo la grabación.

— ¿La grabación? ¿Se va a dejar grabar?

— Por supuesto.

Entre risas se jactaron de su logro y se prepararon para acudir a la cita esa tarde en casa de Sofía.

Esa tarde, Sofía se había preparado para recibir a su amado y al misterioso hombre con el que iban a hacer el trío.

Abrió la puerta en un camisón transparente negro, bajo el que se mostraba el fino encaje de su sujetador negro. Tras la puerta, ahí estaban los dos hombres, cada uno con una máscara que cubría su toda su cabeza, Andrés de payaso y Miguel de Diablo.

Sofía entrecerró los ojos al ver a los dos. Sabía que el que la agarró del culo rápidamente era Andrés, pero no llegó a adivinar la personalidad del segundo.

— Él no quiere que sepamos quién es, le da vergüenza… —recordó la frase de su amado.

La joven les guio a su habitación, dejando la puerta entreabierta.

— Es para nosotros solo, ¿verdad? — preguntó cuando colocaron el trípode con la cámara de grabación.

— Claro, cariño. Esto da más morbo… —respondió Andrés.

— ¡Pues empecemos! —Sofía tenía ganas de experimentar también.

Agarró su larga melena castaña en una coleta y comenzó a bailar al ritmo sensual de la música delante de ellos. Pasando las manos por las camisas blancas que portaban.

— Quiero que me folléis —les decía mientras desabotonaba sus camisas.

Diablo se mantenía en silencio, con la camisa abierta mientras Sofía bajaba sus pantalones. Con sus calzones puestos y estirándose por la erección, el culo de Sofía se refregaba contra él mientras la mano de la mujer sacaba la polla tiesa de Andrés-Payaso y la masajeaba.

Sofía les hizo acercarse cuando se arrodilló para acercar sus dos pollas a su boca.

Una de cada lado.

Una polla en cada mano.

Les masturbaba con suavidad. Haciendo que la piel del prepucio se deslizase suave en la punta.

Estaba excitada, era su primera vez con dos hombres y le estaba encendiendo la situación.

Primero besó el glande de Andrés, con suavidad, como si fuese un chupa-chups, para seguir con el de Diablo y terminar con los dos introducidos en su boca.

Tras varias chupadas, recorriendo con su lengua los dos rabos, se levantó para liberarse del camisón y quedarse con el sujetador sosteniendo sus exultantes pechos. Abajo no llevaba ropa interior, el vello púbico negro y bien perfilado en las ingles dejaba entrever sus labios vaginales, ya húmedos por la excitación.

Los dos hombres comenzaron a jadear, Sofía se movía entre ellos, mordisqueando sus cuellos.

Entonces comenzó la verdadera fiesta.

Sofía hizo a Andrés tumbarse en la cama para colocarse encima de él, guiando con su mano la polla hasta su bello púbico, que rozó unos instantes, antes de metérsela dentro.

Payaso-Andrés elevaba su cadera para disfrutar con la penetración, sus manos agarraban las caderas de Sofía, que resollaba con cada dilatación de su vagina al paso del miembro.

— ¡Joder Sofía! ¡Qué bien follas! —gemía el líder.

— ¿Así te gusta? —preguntó mientras meneaba su cadera, en un movimiento de bajada.

— Sí, eres una zorra increíble —le azoto en las nalgas

La joven clavó sus uñas en el pecho descubierto y peludo del hombre y miró al otro con ansia.

— ¡Venga, tú! ¡El Diablo mudo! ¿vas a quedar mirando?

Miguel, Diablo en ese momento, miraba la escena masturbándose hasta que oyó sus palabras. Se acercó por detrás de la cópula de la pareja y agarró la colega de Sofía mientras ubicaba su pelvis para dirigirse al ano de la mujer.

Con la mano tirando del pelo, usó la otra para dejar caer de sus labios una buena cantidad de saliva que esparció por la punta de su glande.

De golpe, con fuerza y brusquedad, se la metió hasta el fondo.

— ¡Joder! —gritó ella, entre dolor y placer, golpeando el pecho de Andrés.

— ¿Así te gusta más, zorrita? Dos pollas dentro de ti.

— Me gusta mucho, mi amor —respondió besándole.

La cabeza de Sofía miraba casi al techo por el tirón de su pelo, las embestidas de Diablo-Miguel hacían que sus pechos comenzasen a dejar ver el borde de las areolas de los pezones, que golpeaban la cara del otro que continuaba presionando su pelvis para seguir follándosela.

Andrés notaba cómo la polla de Miguel entraba desde la otra puerta y rozaba con las paredes del interior, empujando la suya que continuaba con el mismo ritmo.

— Oh Oh Oh… Me váis a matar… —gemía Sofía…

Diablo se salió para, sudoroso e incorporando a Sofía, colocarse de pie encima de la cama. La mujer continuaba frotando su cadera encima de Andrés, mientras Diablo la agarraba por la cabeza y dejaba que su polla entrase dentro de su boca.

Los carnosos labios de Sofía dejaban en su polla el rojo del carmín que antes pintaban sus labios. Miguel agarraba y empujaba con fuerza su cara contra su pelvis.

— Gghh… Glupp… Ghrkk… — el sonido gutural salía de la garganta de Sofía cuando le mantenía la cabeza, varios segundos, inmóvil con todo su miembro dentro.

La joven separó su cara, con un hilo espeso de saliva, del pene para tomar aire.

— Haaahhhh! Me vas a asfixiar —dijo con una sonrisa lasciva que se mostraba entre las burbujas de saliva que rodeaban su boca.

Apretó bien los testículos de Diablo desde la base y se los metió dentro, para morderlos con ansia.

— Ohhhhhh —a Miguel se le escapó un grito de dolor.

Sofía los apartó y les hizo acercarse cuando se arrodilló para acercar la boca al miembro erecto de Andrés, mientras sus manos continuaban con el de Diablo. Entregada completamente al deseo, excitada por la situación prohibida, por la sensación de peligro con la cámara grabándoles que, en su inocencia, pensaba era para ellos.

— Venga… ¡quiero leche! Aquí la quiero —les dijo Sofía señalando el tatuaje de escorpión de su escote.

Ninguno de los tres se percató que Mónica había entrado en casa. La rubia se había quedado mirando en la puerta la escena y el desenlace. “¿Qué mierda está pasando aquí?” —pensó.

Payaso y Diablo aceleraron su masturbación y no tardaron en correrse. El primero, Miguel anunció su clímax arqueando su espalda y apuntó el primer disparo al escote tiñendo de blanco parte del tatuaje y, levantando un poco la dirección, intencionadamente, apuntó el segundo disparo a los labios de Sofía, que los apretó.

El semen de Andrés cayó en su mejilla cuando el otro estaba a media eyaculación, pringándola y deslizándose hasta caer en su sujetador.

Las descargas de los dos hombres dejaron la cara de Sofía empapada y espesa del grumoso esperma.

Al terminar, ambos se fueron sin percatarse de la presencia de Mónica. No se quitaron las máscaras hasta llegar al coche.

— ¡Joder, qué guarra es tu zorra! —dijo Miguel quitándose la máscara.

— Es una puta máquina de follar, te lo dije…

— Joder… mira qué bien me la chupa —Miguel le enseñaba el video jactándose de su miembro.

— Guarda bien eso, tenemos trabajo —sentenció su jefe.


Sofía Martínez se quedó tumbada en la cama unos segundos, embadurnada todavía de semen en cara y pecho.

— ¿Qué has hecho, Sofía? —preguntó alterada Mónica.

El susto inicial de ver a Mónica la levantó abruptamente de la cama y, limpiándose el semen, contestó.

— Un trío… no contaba contigo tan pronto en casa…

— Y te has dejado grabar… ¿No te das cuenta de lo que has hecho? —Mónica tenía los ojos abiertos.

Su amiga se sonrojó al verla alterada.

— Es un juego entre nosotros, no es nada malo.

— ¿Es que eres idiota? ¿No te das cuenta que los otros dos no se reconocen en el video y tú vas a cara descubierta?

La discusión entre las dos duró unos minutos más, sin que ninguna llegase a una conclusión sobre la otra. Sin darse la razón.

Fue entonces cuando al día siguiente ocurrió todo y las máscaras de mentiras se descubrieron.

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